viernes, 24 de julio de 2009

TARDE VECINAL

Ya es la tarde. Adentro, la televisión se ocupa de la vida de personas que no conozco. Es un día frío, pero como salió el sol, decido ir al patio. A juzgar por la densa humareda y el terrible olor que invaden mi jardín, podría asegurar que mi vecina no es precisamente Maru Botana.
Refugiado en el único rincón al cual el sol decidió alumbrar hoy, descubro un gigantesco hueco en una de mis paredes. Mi curiosidad se despierta y me empuja ciegamente a una nueva aventura exploratoria. El hueco tiene pequeñas hendiduras, por las cuales decido entrometerme con la ayuda de algún palo que el árbol de mi casa decidió dejar en libertad.
Lo que veo no me gusta nada, pedazos de pelusa se adhieren al palo. La pared comienza a temblar, definitivamente algo se mueve allí dentro. Mi perro decide levantarse de su siesta y averiguar qué hago. Presiento que desea ser testigo de mi descubrimiento, aunque sospecho que lo que busco no es desconocido por él.
Hendidura por hendidura voy explorando, las pelusas siguen saliendo, mi incertidumbre aumenta con cada segundo que pasa al igual que mi entusiasmo por develar el misterio. Un par de ojos cristalinos me miran desde la oscuridad, no, son tres, ahora cuatro, ¡¡son cinco!!. No sé si fue por mi inevitable temblequeo o por el grito que pegué, pero la pared se derrumbó a mis pies, dejando al descubierto un enorme monstruo de cinco ojos. Su cuerpo es cubierto de largos pelos y protegido por enormes pelusas, tiene grandes dientes y pequeñas manos.
Mi perro emite un extraño y débil ladrido, quedándose tan inmóvil como yo. El monstruo, tímido, inocente y juguetón comienza a acercarse lentamente a nosotros.
Al grito de ¡Rechiii! ¡Rechii! Veo como a través de la ventana de mi vecina es expulsado cual cañón de guerra, un enorme pedazo de torta quemada, mientras que el monstruo acude corriendo a su interjección. Otra vez se le escapó su mascota. Otra vez se escondió en mi patio.

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