miércoles, 26 de enero de 2011

los títulos nunca alcanzan

Ésta es la posta, la pista y la pasta. La verdad en carne cruda, con las vísceras al viento y saludando a quien lea esto con lágrimas en los ojos. Como el mismísimo olor a frito y cebolla del restaurant barato, o el olor a dignidad trabajadora que destila el obrero cuando viaja parado en el colectivo. Como el mal sabor de los besos matutinos o la mancha de grasa y/o aceite en el pantalón nuevo (a respecto de esto... la sal... ¡No sirve!). Te hablo de los protagonistas de las novelas sufriendo en el baño, del conductor de noticiero en su casa tomando una birra  en short, de la resaca después del casamiento, del olor a fotocopia (muy similar al olor a sandía según mi), de los cayos de las modelos y de la triste soledad de los artistas que tanto admiramos. Te hablo de encarnar el anzuelo, del alfajor derretido por el calor, del rulo en el inodoro. ¡Si! Asqueroso pero real. REAL!!!!. Yo creo que éstos detalles son tan importantes que no habría que renegar de ellos, ni  avergonzarse, ni ocultarlos, por el simple hecho que son lo único que nos diferencia y nos une a la vez. Nos hacen humanos, nos hacen vivos, nos hacen menos virtuales.